viernes, 23 de agosto de 2013

Acerca de las escaseces idiomáticas

Es una tarea no siempre sencilla ésta de intentar transmitir cosas utilizando el lenguaje escrito. Poseemos un idioma riquísmo, que así y todo, muchas veces ( al menos a mí ), no nos alcanza. Pero no tiene él la culpa de ésto, sino aquello que llegamos a sentir a veces y que no puede explicarse por mucho que uno lo intente. Tenemos que recurrir a comparaciones o estrategias similares para acercarnos lo más posible a eso que intentamos contar que nos pasa. No siempre se puede. Pero a veces, sale algo. Aunque más no sea, un texto a modo de disculpas por esto.


Me resulta escaso el idioma.


Me resulta escaso el idioma español en ciertas ocasiones.
Ocasiones en las que no me alcanzan las manos de la imaginación para encadenar las palabras adecuadas.
Las palabras que describan, lo que siento al contemplar el mar.
Las palabras que describan lo que siento al oler la leña que se quema , y ver el fuego que crepita.

Como explicar lo que siento en un beso de mis hijos?

Con que certera semilla siembro éste jardín renglonado?

No podría expresar que sentí, leyendo a Borges por primera vez.
Porque fue leyendo a Borges, que me extravié en ruinas circulares.
Protagonicé su cuento, soñando al hombre que Borges mismo soñaba.

Mucho antes, fuí Tom Sawyer huyendo de tía Polly rumbo al río Mississipi.
Sufrí los golpes de Zezé a manos de su padre en “Mi planta de naranja lima”
Otras veces fuí Oliveira yendo a buscar a La Maga, en la rayuela que Cortázar en mi memoria dibujó

Hace unos días fuí “El Elegido” de Thomas Mann, y luego un hombre cucaracha en un libro de Kafka, para unas horas después pelear junto a Aquiles en la guerra de Troya.

Pero claro, qué palabras utilizo para expresar todo esto?

Por mucho que las busco, aún no consigo hallarlas.
A la espera que esto ocurra, voy a perderme otra vez en ese mundo edificado por libros.
Voy a hurgar entre puntos y comas.
Voy a colgarme de acentos y apóstrofes.
Y cuando el sol finalmente se oculte, me cubriré una vez más con alguna de esas páginas que resguardo en mis bolsillos.

Mientras tanto, la noche está estrellada, y tiritan, azules los astros, a lo lejos.


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