domingo, 15 de septiembre de 2013
El Miedo
Desde tiempos inmemoriales la humanidad ha tenido que convivir con ese indeseable sentimiento que en ocasiones nos atrapa, nos domina, o directamente nos paraliza, y que denominamos miedo.
Pero, qué es el miedo??
Si me preguntan a mí qué es el miedo, la primer respuesta me traería referencias de mi niñez en noches de luces apagadas y voces dormidas.
Si le preguntamos al diccionario, qué es el miedo, éste nos contestará que es una emoción desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto.
Uno siente miedo porque sabe, o supone que ocurre, o puede ocurrir algo que nos ponga en peligro.
No obstante, una cosa es escuchar la explicación del diccionario y otra cosa es sentir el miedo en carne propia.
Igualmente, pensaba que sería necesario hacer una diferenciación casi obligada, entre determinadas clases de miedo.
Por un lado podemos hablar del sentimiento de miedo vivido en una situación que nos resulta incontrolable, en una circunstancia que no podemos modificar. Piense cada uno lo que prefiera porque no voy a dar ejemplos de éste miedo.
Y por otro lado tenemos el miedo que podemos revertir a propio deseo o antojo. Es decir, el miedo sobre el cuál tenemos cierta potestad. Porque muchas veces somos nosotros los que elegimos al miedo. Muchas veces somos nosotros quienes elegimos sentir miedo.
Y elegimos sentir miedo, por ejemplo, cuando decidimos ver la película “El exorcista” antes que “Los viajes de Gulliver” o “La profecía” antes que “Virgen a los cuarenta”, por dar sólo un par de ejemplos.
Y es que la industria del miedo siempre ha tenido gran cantidad de adeptos, ya sea por elección, o por aceptación.
Vayamos mucho más atrás en el tiempo.
Mencionemos a Lovecraft, autor estadounidense de principios del siglo XX, universalmente reconocido por sus cuentos y novelas de terror, que gracias a sus seguidores contó por miles y miles la venta de sus libros, aunque para su desgracia, luego de haber abandonado éste mundo. De poco le sirvió.
Pensemos en Edgar Allan Poe, hijo de padre alcohólico, ser enfermizo, bohemio, pseudo vagabundo por momentos, autor prolífero también en materia de literatura tenebrosa. Claro, como tendría la cabeza el pobre Edgardo con tamaña mochila.
Incluso, como olvidarnos del amigo Stephen King, al cuál evoco más que como autor de obras de terror, como la persona que me infundió el miedo incurable que les tengo a los payasos.
Pero como quiera que fuese, y enmascarado tras cualquier formato, la fórmula del miedo siempre rindió sus frutos.
Voy a hacer un ejercicio y voy a poner al miedo como cara opuesta de la confianza. Como contraparte de la confianza
Si no existiera el miedo, por hacer una enumeración ligera, podríamos decir que no necesitaríamos de estacionamientos pagos, por ejemplo. ¿Para que pagar por algo de lo que no sentimos necesidad?
Porque no nos olvidemos que en las cocheras aquello por lo que nos cobran es por la sensación de seguridad en primer lugar. Por sentir la confianza de que nuestro auto va a estar allí cuando volvamos a buscarlo. Claro, y que va a estar entero.
Otro ejemplo rápido…tampoco existirían las agencias de seguridad, ni las alarmas, ni las casas de alarmas para casas sin alarmas, las alarmas todas!!! No existiría ninguna!!!
Pero lo mejor de todo, podríamos ir a comprar cerveza sin envase y no nos cobrarían la seña nunca!! Porque el almacenero devenido en chino no tendría miedo al embuste, a la macana!!!!!
Pero volviendo a lo anterior……¿que ocurre con ese miedo que no finaliza con sólo desearlo? Ese miedo que no podemos revertir huyendo del cine, apagando la tele, o dando vuelta la página del libro que estamos leyendo?
No estamos nunca del todo preparados para afrontar el miedo que no podemos controlar.
Quién no teme a algo?
Quién puede decir con sinceridad profunda…no le tengo miedo a nada?
Todos tememos algo.
A mí particularmente hay algo que me causa mucho miedo y es algo que lamentablemente entra en la categoría de aquellas cosas sobre las que no poseo control.
Yo tengo miedo de dejar de ser, de dejar de estar, de pasar del “es”, al “fué”
El fin de semana lo hablaba frente al río, nada menos, con un amigo. La conclusión que sacábamos de esto es que ante lo irreversible sólo queda la resignación. Y una pena profunda.
Para eso voy a pescar yo al río con mis amigos…para hablar del final de las cosas.
Por eso voy poco.
Pero para terminar, mayor miedo al dejar de ser, le tengo al no haber sido. Así que si ustedes no se ofenden, voy a seguir intentando tratar de ser, y con el menor miedo posible.-
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