lunes, 19 de julio de 2010

Virginia

Para aquellas personas que saben soportar las risas del destino, y de eso, hacen un cuento.




Virginia de chica soñaba con ser doctora. Por momentos parecía tener una especie de amor obsesivo por esa profesión. Me decía siempre que no veía la hora de ser grande para poder recibirse y trabajar curando gente.
Yo la conocí allá por mis once años, cuando vivía en la casita de Carapachay que estaba cerca de la estación, sobre la calle Portugal, frente a una plazoleta que tenía un árbol que daba paltas.
A mi me daba mucha bronca, porque era una fruta que podía obtener con sólo treparme a ése árbol, pero lamentablemente no eran de mi agrado en ése momento, ya que supe apreciarlas como el manjar que son, recién muchísimos años después, cuando aquella casa, ya sólo era una página más del libro de los recuerdos de mi vida. Destino, que le dicen.
Con Virginia empezamos a conocernos volviendo del colegio, ya que transitábamos las mismas cuadras, dado que habitaba en una casa bastante cercana a la mía.
Al principio era algo complicado para mí encontrar algún tema de conversación ya que no tenía en mi cabeza mucho más que el álbum de figuritas del "Chavo", o el de "Titanes en el ring".
Varios años tuvieron que pasar para que la vida me mostrara el camino a recorrer hasta conocer y entender las páginas del manual de la seducción hacia el género femenino.
Como podía entonces, me acercaba a ella utilizando como puente los problemas de matemáticas que nos había dado la maestra Esther, y que era realmente mala, pero decían que era así porque tenía un hijito que estaba muy enfermo, y que por eso ella había hecho un pacto con el diablo para que su hijo se curara, pero que a cambio tenía que ser mala con todos los chicos del mundo. Entonces para nosotros, no sólo que era mala, sino que además poseía una razón altamente valedera para ser la más respetada de todas las maestras. Ya de grande empecé a dudar de lo que se decía de ella y el pacto con el diablo. En realidad de lo que empecé a dudar fué del motivo del pacto en cuestión, no del pacto en sí, porque que algo de eso había, seguro.
Decía entonces, que a partir de las matemáticas escolares y similares menesteres, es que empezamos a conocernos. Virginia era un poquito más alta que yo, por lo que a mí me daba un poquito de vergüenza caminar demasiado pegado a ella. Pero haciendo fuerzas, luchaba contra esa vergüenza y me arrimaba lo más que podía.
Tenía un hermoso cabello castaño que le llegaba hasta la mitad de la espalda y que se movía acompasadamente hacia un lado y hacia otro tras cada paso que ella daba.
Las tardes se sucedían una a una y nuestra rutina era la misma cada tarde. Hablábamos del cole, compartíamos alguna Lincoln que nos hubiera quedado, y siempre nos reíamos. Una tarde, sin que nada pudiera presagiarlo, pasó algo que me conmovió hasta las entrañas.
Salimos del colegio como todos los dias, llegamos a la puerta de su casa, y en lugar de saludarnos con un ..."hasta mañana".., y seguir yo hasta mi casa viendo como ingresaba ella a la suya, algo hubo que hizo que nos miráramos y nos entendiéramos de un modo diferente al que nos entendíamos. En ese momento, me dió un beso en la mejilla, y me dijo.."hasta mañana"...
El día siguiente, naturalmente, fué distinto a los anteriores. Estuvimos separados durante los dos recreos y no llegamos a mirarnos en ningún momento. Claro que faltaba la parte más difícil. La salida.
El timbre tocó a las 17 45, religiosamente saludamos a la maestra y emprendimos el camino de vuelta a casa. Yo me quedé haciendo un poco de tiempo, comprando algo en el kiosquito de enfrente, esperando a que Virginia se me adelantara lo suficiente como para que no tuviéramos que compartir el camino.
Se me adelantó algunos pasos, pero yo me dí cuenta también de que estaba caminando mas despacio que otros días. ..."me está esperando"...(pensé). Y la verdad es que tenía delante mío un asunto por enfrentar, y no quería quedar como un cobarde. Apuré el paso disimuladamente, y al llegar a ponerme a la par suya, le tomé la mano, la miré, y sonreí.
Caminamos sin hablarnos cada una de las cuadras que nos veían juntos desde hacía ya varios meses. Nos despedimos con un beso en la mejilla en la puerta de su casa, y volvimos a vernos el día siguiente.
La salida del colegio era ahora, más linda que nunca. Poco apunte le llevábamos a los que deslizaban alguna cargada hacia nosotros, por nuestra relación "sentimental". Lo único que queríamos era culminar la clase para poder compartir esa luz que nos calentaba el alma cuando estábamos juntos. Con el tiempo hasta llegamos a compartir algún sábado de heladería, o paseando de la mano alrededor de la plaza.
Pasó el tiempo, llegó el último año de la primaria, y con Virginia aún nos quedaba esa especie de ternura inocente hacia el otro. No compartíamos nada más que el camino de vuelta a casa. De lo anterior, supongo que nos habíamos aburrido, o vaya a saber uno que cosa. Nos guardábamos un afecto muy especial, y no dudábamos en consultarnos si es que requeríamos algún consejo o frase de aliento.
El último día de colegio, allí donde nos separaríamos de una etapa de nuestra vida, nos ataviamos con los atuendos más lindos que teníamos. Yo fuí con un traje gris que me habían comprado para la ocasión, y unos zapatos que, de negros y brilantes que estaban, parecían reflejar la inmensidad del universo todo. Llegué sobre la hora a la ceremonia, porque no había manera de que mi hermana saliera del baño. En fin. Allí me encontraba con quienes a partir de mañana serían mis ex compañeros. Giré la cabeza, miré entre la gente, y estiré el cuello a más no poder. Finalmente la ví. Llevaba un vestido verde agua, que culminaba una vez trascendidas sus rodillas, y como signo de distinción poseía una flor a la altura de su hombro izquierdo. Nuestras miradas se cruzaron y me sonrió. Estaba más linda que nunca.
Hablaron los maestros, chicos de otros grados, y chicos del grado nuestro. Todos elogiando al colegio, a sus maestros, a los compañeros y a los amigos. Alguno que otro lloró y finalmente todos cantamos el himno a Sarmiento. Todos se saludaban con abrazos y prometían verse más adelante. Quizás alguno cumplió con su promesa. Yo sé, que muchos no.
Emprendimos finalmente con Virginia nuestro último regreso a casa juntos después de la escuela. Casi no hablamos. Al llegar a la puerta de su casa, nos miramos con los ojos húmedos. Nos dimos un beso en los labios, y nos dijimos: ..."hasta mañana"....
Entré a casa con un sabor agridulce en la boca, tal vez por esa angustia entremezclada con alegría, tal vez por el caramelo que ella estaba comiendo.
Me encerré en mi cuarto a llorar. No sabía bien por qué, pero lo intuía.
No se le hace muy sencillo a alguien de doce años ir a buscar a una amiga que vive a la vuelta de su casa, sin más excusa que la de ir a tomar un helado. Antes era diferente porque lo arreglábamos entre nosotros en la escuela, pero ahora, ir a tocarle el timbre corriendo el riesgo de que me atienda alguno de sus papás, no era nada fácil para mí.
Fueron pasando los días, y con Virginia teníamos suerte si nos cruzábamos en el supermercado acompañando a algún mayor con el que íbamos a hacer compras.
Para desgracia mía, ese mismo verano es que Virginia debería mudarse, ya que su mamá estaba otra vez embarazada, y la casa en la que vivía con sus papás y sus tres hermanos iba a resultarles más chica aún de lo que les resultaba ésta en la que ahora habitaban.
Me hubiera gustado poder despedirme de ella, pero supe de su ausencia al volver de nuestras vacaciones en San Clemente, sobre los comienzos de marzo.
Muchos años más viví en Carapachay, al menos hasta que tuve la edad necesaria, y el dinero, para mudarme sólo. Pisaba ya casi mis treinta años, y el trabajo que tenía en la empresa de turismo me generaba un ingreso suficiente como para poder adoptar ésta medida.
Me fuí a alquilar un departamento de dos ambientes por Almagro. Era el bulín perfecto. Era mi trinchera. Era mi hogar.
Supe deleitarme con las mieles que ofrece la mujer cuando está en flor, conocí de las desventuras del desamor, y caí más de una vez en la profundidad de la noche. Esa misma noche que en tantas ocasiones hizo que me preguntara, que era lo que me había llevado hasta allí.
Conocí con el tiempo a una mujer que posteriormente fuera mi esposa, y que me diera dos hijos. Me divorcié de ella al tiempo y volví a casarme con alguien que, después entendí, no era para mí. Solo le interesaba la ropa, los perfumes, los viajes. Y justamente, en la empresa de turismo en la que hacía ya varios años que dejaba todas mis fuerzas me habían dicho que probablemente fuera a quedarme sin trabajo, porque se pondría en prática cierta reducción de personal. La vida era cada vez más difícil para mí y sólo encontraba consuelo en los mostradores de los bares y los prostíbulos.
Quien fuera mi mujer en ese entonces decidió abandonarme al no soportar mi manera de vivir.
Volví a quedarme sólo, pero ya peinando canas.
Recuerdo que durante una de esas madrugadas, en las que mi suerte ya no era mía, empecé a caminar por una calle que no transitaba frecuentemente, buscando algún lugar de esos, en los que los tragos son caros, pero las mujeres son tiernas. Llegué hasta una esquina en la que había una puerta de madera entreabierta, de la que salía un halo de luz roja, con un hombre allí parado ofreciendo volantes diminutos. Supuse que mi destino me indicaba que ése sería mi lugar de copas y amor esa noche.
Entré abonando una suma correspondiente a un trago, y fuí directamente al mostrador para cambiarlo por consuelo líquido. Me dieron una cerveza que estaba lejos de ser la que yo tomaba, pero que tampoco estaba tan mal en definitiva. Además la vida ya me había hecho entender que las elecciones no iban bien conmigo, por lo cuál me resigné a beber cabizbajo.
Sentí en eso, una mano que se posaba en mi hombro y otra bastante más abajo. Volteé mi rostro, justo para recibir el beso que alguien me obsequiaba al tiempo que me decía:..."Hola, soy Aldana, como estás?"... - Bien - respondí. ..."Tenés ganas de conversar conmigo?"....me preguntó.
Y hubo algo en ese timbre de voz, no sé si en esa mirada, o en esa cabellera castaña, que me hizo recordar a alguien.
Un tanto confundido, y temiendo quedar en ridículo, le pregunte: ..."Virginia, sos vos?"...
"Y quién quiere saberlo?" - preguntó ella.
"Dale, no te acordás de mí?" - le dije yo.
Un profundo silencio se adueñó del momento. Por sus mejillas comenzaron a rodar lágrimas frías. Puse mi mano en su rostro, y le expresé con mi mirada que no sólo para ella la vida había sido injusta.
Entre trago y trago me fué contando que después de que se mudara de Carapachay, las cosas no iban a estar muy bien que digamos, y que unos años más tarde, y con sus recién cumplidos diecisiete años se pelearía con su familia para irse a vivir con una amiga unos años mayor que ella y a la que había conocido en una noche de copas y con la que había logrado un fuerte vínculo. Me contó que esa amistad, se había transformado luego en otra cosa, y que si bien al principio era todo como un cuento de hadas, con el tiempo su relación con esa persona fué de mal en peor. Dos años vivió Virginia con ella hasta que finalmente decidió irse de su lado. Estuvo en una pensión en el barrio de Once, en la que fué conociendo a gente que no habría imaginado conocer nunca. Esa misma gente fué la que decidió darle una mano,
ofreciéndole un trabajito fácil y en el que se ganaba bien. Estando ella sin trabajo, y sin dinero alguno, aunque no muy convencida, terminó aceptando.
Fueron varios los jefes que había tenido trabajando como prostituta, como varios habían sido también los lugares en los que había ido ofreciendo su cuerpo. Lejos habían quedado sus deseos de estudiar medicina. La vida le había reservado otra cosa.
Era extraño estar hablando con ella, y ver que sus ojos tenían aquél mismo brillo que tenían en nuestros años de escuela. Su rostro contaba mucho de su vida, y su cabello, aunque con bastante menos brío, aún era hermoso.
Seguimos hablando un rato largo, contándonos de nuestras vidas y de los caminos que cada una de ellas había tomado. Me dijo que no vivía lejos de allí, por suerte, y que con la gente que compartía la habitación del hotel, se llevaba bastante bien. Supuse que eran mujeres que también se dedicaban a lo mismo que Virginia.
En un momento, alguien vino a decirle que si yo no iba a pasar la noche con ella, que buscara a otro cliente que sí lo hiciera, porque conmigo estaba perdiendo tiempo, y plata. Ella me planteó ésto, y me sugirió subir a su habitación. Preferí no hacerlo, dejando intacta aquella historia inmaculada que habíamos compartido hacía tanto tiempo. Nos saludamos, y prometimos volver a vernos.
La ví perderse entre el humo, y adiviné su forma sentándose en la cintura de alguien que con sus manos llenaba de manchas negras aquella hoja blanca de mi niñez. Me quedé allí un largo rato, inmersa mi cabeza en lo sucedido. Pensaba pedir otra copa, pero un dulzor rancio en el paladar me hizo entender que había tomado ya más de la cuenta.
Con paso lento me fuí acercando a la salida del lugar. Una vez ganada la vereda, me sentí atacado por el sol de la mañana. Ese mismo sol que nos devuelve a la realidad de cada día.
Decidí ir justo enfrente a sentarme en un zaguán hasta que se me disipara un poco el mareo con el aire de la mañana. Habré estado allí descansando cosa de cuarenta minutos.
Creo yo, que en el fondo de mi alma sabía que el fin que perseguía, no era el de esperar a que la brisa de la mañana me curara. Sólo la estaba esperando a ella.
Levanté la vista, y entrecerrando los ojos para visualizar mejor, pude ver que le abrían la puerta desde adentro del local. Ahí estaba. En definitiva, tan hermosa como siempre. Alcancé a observar que saludaba con un beso al encargado de la puerta, y con paso lento, se iba alejando, supongo que, camino a su hogar.
Me pareció adivinar que sus pasos eran aquellos pasos que me esperaron un día. Y pensé..."Me sigue esperando"...
Nuevamente tenía delante mío un asunto por enfrentar, y no quería quedar como un cobarde. Apuré el paso disimuladamente, y al llegar a ponerme a la par suya, le tomé la mano, la miré, y sonreí.

viernes, 16 de julio de 2010

Sobre ciertas ausencias

Dijo Borges alguna vez, que la única manera de dejar de corregir un texto, era publicándolo. Si bien es cierto que el método de publicación que yo utilizo, me dá la posibilidad de corregir tantas veces algo como crea necesario, por respeto a quiénes tengan la desgracia de caer en éste sitio, el próximo texto no sufrirá cambio alguno más adelante, por más que cada vez que yo lo lea, lo considere absolutamente menester.


Desperté hoy bien temprano y no estaba conmigo
pues la noche, de ausencia, tal vez la bañara
decidió abandonarme y buscar otro cuerpo
victima de la vida que a mi lado llevara.

Me ha dejado perplejo, inmóvil, herido
rastreando destellos en todas las caras
auscultando miradas, revolviendo sueños
crepitantes los ojos, buscando en las almas.

Ya no está y ni siquiera, (me digo a mi mismo)
sé si es cierto que vaya algún día a extrañarla
y suponga que, sólo, me quedaré yermo
o hasta crea que a veces, quizás me hará falta.

Prescindiré de ella, si ése es mi destino
No quiero obsequiar mi sonrisa forzada,
ya no juegan arlequines en mi rostro enfermo
ni cisnes ni gaviotas en mis mejillas bailan.

Es que anoche finalmente me dejó la alegría
víctima de la vida que a mi lado llevara.

jueves, 15 de julio de 2010

Día de clases

Para el que fuí, para los que fuimos, y para los que hicieron que eso suceda.


Era a las siete, me acuerdo
ratito más, rato menos
con tazón de leche lleno,
y galletitas, con suerte
entraba mi mamá al fuerte
que en mi niñez habitaba.

Me corría la frazada
y con un beso en la frente
decía : ..."Dale, está caliente,
tomá antes que se enfríe!!"...
Ni daba lugar al "píe"
la voz dulce de mi vieja.

Que con igual voz se queja
si piola, me quedo regio
y llego tarde al colegio
por quedarme otro ratito
en la cama calentito
provocando el chancletazo.

Me levantaba con paso
de condenado al cadalso
y como era medio falso
cuando al baño me metía
solo abría el agua fría
y la miraba de lejos.

..."Bicho feo, el del espejo"...
pensaba yo y me miraba
mientras secaba la baba
que ahí en la cara tenía
y así ya nomás me iba
al encuentro de mi hermano.

El algo más veterano
yo con cinco y el con siete
se leía las PETETE
de cabo a rabo me acuerdo
y yo que era medio lerdo
miraba los dibujitos.

La cuestión es que al poquito
venía la vieja "calzada"
el peine se le asomaba
de entre la mano derecha
y ahí nomás todas las mechas
en fila me las ponía

Y más aún que aquél día
había acto en nuestra escuela
yo limpito hasta las suelas
y el guardapolvos planchado
¡que lindo había quedado
parecía un caballero!

Hoy me peino solo, pero
todos los días recuerdo
miro el espejo y me pierdo
y vuelvo a aquellas mañanas
que lustraba la manzana
para comer al recreo

Que lejos todo, yo creo
que si hago fuerzas un día
venga mi vieja y sonría
al darme un beso en la frente
junto a la leche caliente
y un último "buenos días".

miércoles, 14 de julio de 2010

La revolución de las larvas

Este escrito habla de las larvas. Algunas, con suerte llegarán a ser orugas, otras renacuajos, y tal vez otras se conviertan en moscas. Por lo pronto, ni eso son. Sólo son larvas.



..."Yo sé que un día se unirán, y todas serán una sola"..."Pues ése día, no me busquen. Simplemente huí".


Su horario laboral es incierto. Dice en algún contrato firmado por él, que debe ser de 10 a 18. Ese 10 se transforma siempre en un 10 y 10, ó 10 y 15 (con suerte), y ese 18 nunca llega a ser tampoco tal, porque en sus 30 años de trabajo, nunca salió más tarde de las 17 45.
Es disciplinado en su modos. Ingresa a la oficina ya con cara de cansancio. Saluda con un ..."buen día"... entre dientes, y se saca el sobretodo que hasta en verano utiliza..."para que no se me apolille, viste??"...(me dice).
Abre el pequeño armario de color ocre y saca el termo, como todos los días.
Entre mate y mate se le van haciendo las once y media de la mañana. Momento justo para el pucho en el sector fumadores, al cuál asisten no solamente los fumadores, sino también todos aquellos hacen del ocio su deporte predilecto. Allí se encuentra con la misma gente de todos los días, para volver tener las conversaciones de siempre: ..."Viste que se jubila fulano??...Viste que vuelve mengano??"...o: .."es que la guita que cobramos es poca"...y que: ..."así no se puede"....
Entre charla y charla con eruditos en variadas materias, lo va sorprendiendo el sol del mediodía.
"Che, a donde vamos a comer hoy"...?, pregunta a sus pares. Se produce un pequeño debate sobre aceites y vinos baratos, y enfundándose el sobretodo, marcha contento al barcito de la otra cuadra rodeado de un grupete de selectos comensales.
¿De qué tema no se habla durante ese almuerzo? Que el gobierno, que los jefes hijos de puta, que se casa Marita, que el partido del domingo, y otras cosas de igual o menor importancia.
Resuelto ya el mundo con el cafecito en la mano, se hicieron ya más de la una de la tarde.
Con paso cansino y desganado vuelven reptando al trabajo. Primero al baño, eso sí, porque: ..." viste que en lo del gallego el baño es una mugre, jeje"....
..."Y bueh...ahora sí, pero primero me voy a tomar unos matecitos para bajar la comida"...
Ya van siendo las dos de la tarde y Ordoñez se cae con unos bizcochitos con grasa y un gesto que denota indignación.
..."¿Que pasa Ordoñez?"...( pregunta alguien) "Y...nada, dice Ordoñez..¿no viste todo lo que nos descuentan éste mes de ganacias??"... "Seee, que hijos de puta!!"... pronuncia otro..." no se puede creer". ..."La quieren toda para ellos"....Y si, vistesss, que se le va a hacer?. Pero hay que seguir laburando como un boludo todos los días, eh?? No te dejan levantar cabeza, hermano"...NO-TE-DE-JAN!
"Pero cuanto te sacan este mes de ganancias??", se escucha al pasar "Y...como tres lucas"...contesta Ordoñez. "Y cuanto te llevas para que te saquen eso???"... (le inquiere Torres)
"No, no. No importa eso"... dice Ordoñez...."El tema es otro. El tema es LO que te sacan".
"Si, es verdad, en eso tenés razón". Contestan varios
Mate, bizcochitos, charla, y algun otro cigarrillo. Son cerca de las cuatro. "Me voy a fijar que hay para hacer"..., dice Juancito.
Con rostro desencajado, y viendo las tareas pendientes, alza la voz como trueno, y grita:
"Pero como?????....¡¡Che, Sanguinetti!!(pregunta), ésto no tendrían que haberlo hecho los del turno tarde ayer??"...
"Y no"...contesta con risa irónica Sanguinetti. "Pero que van a hacer!!, si son unos vagos de mierda!".

martes, 13 de julio de 2010

Elegir la llave

Paso primero éste para ingresar a algún lugar determinado. Está en manos del azar que la puerta coincida con la llave elegida y que nos sea permitida la posterior entrada allí donde deseamos. Cada día elegimos llaves, pero no siempre encontramos la puerta. Miles de llaves nos dan vueltas sobre la cabeza, pero son pocas las puertas ante las que triunfamos. Hoy elegí ésta llave, la de crear un espacio tan mío como el de aquél que vaya haciéndose dueño de él tras cada palabra leída.
Hoy elijo ésta llave. El tiempo será quien diga si la puerta que estoy intentando abrir es la acertada. Ahora, voy a girar la llave. Después les cuento qué pasó.